El embarazo de por sí es un coñazo, admitámoslo. Sí, creamos
vida y es muy bonito, pero es un coñazo. Dicen que los peores síntomas son los
primeros y los últimos tres meses, como si fuera un consuelo. En los últimos
meses te haces una idea de que el peso y la barriga son los impedimentos más
habituales, pero lo más duro es superar el primer trimestre pues aún ni tienes
barriga ni sentimientos maternales, solo malestares.
Entre los posibles síntomas empecemos por el sueño. Ese
manto de cansancio que te envuelve nada más levantarte. Un anuncio en forma de
semi-desmayo incontrolado que se apodera de ti en cualquier momento. Tengas
actividad o no. Si tienes la suerte de seguir su voluntad una pequeña siesta de
15-20 minutos lo arregla todo. Pero como te pille en el trabajo estás perdido!
Ni un paseo te aliviará. Lo mejor es que crees que al día siguiente se te irá
pero sólo es el principio de una agonía sonámbula de semanas.
Otro gran síntoma de “crear vida” son las nauseas. Como tu
estómago sienta que le ignoras te lo recordará con asquerosos intentos de
vómitos. Hazle caso y dale gasolina cada 3 horas aproximadamente si no quieres
despertar su furia.
¿Duermes del tirón por las noches? Se acabó el chollo. A
partir de ahora te despertarás para hacer pis en mitad de la noche. Da igual si
tienes tripa o no. La vejiga es así de sabia, se encarga de recordarte que
estás embarazada en el momento que más a gusto estás. Ella es así, que le vamos
a hacer.
Las infecciones. No es un síntoma común en todas las
mujeres, pero las que saben lo que es una cistitis, lo recordarán en este trimestre
y las que no, descubriréis lo divertido que es mear agujas. Y la única solución
drástica para esto es el antibiótico. ¿Y qué pasa normalmente después de tomar
antobiótico? Hongos, bienvenidos!
La faena del primer trimestre es que al no tener barriga, no
sentir un bebé dentro de ti, sientes que todos estos síntomas no tienen
justificación. Piensas que ya tienes suficientes con todas las restricciones
con la comida y el alcohol. Es como si fueras Amy Winehouse en rehabilitación,
pero sin recaídas.
Es como si fueras Amy Winehouse en rehabilitación, pero sin recaídas.
Y no te vayas a quejar a tu marido que lo único que escucharás
será “joder, si estás así ahora no te quiero ni imaginar el resto del embarazo”.
Y tiene el valor de decírtelo así, con una copa en una mano y un piti en la otra. PACIENCIA
MUJER.