Aplicar el Método Estivill.
Obviamente, no tuve conocimiento de este método hasta que fui madre. Cuando leí
sobre él me quedé espantada y califiqué a los padres que seguían este método de
crueles. Hasta que a los 7 meses la rutina que mi hija exigía para irse a
dormir empezó a condicionar toda nuestra vida. Sólo era capaz de dormirse si la
mecía constantemente y en cuanto la ponía en su cunita empezaban los llantos. Era
absolutamente agotador. Este proceso podía durar horas y si se despertaba,
había que empezar otra vez.
Fue entonces cuando empecé a informarme sobre métodos para
enseñar a dormir. Primero opté por el coger-dejar de Tracy Hogg. Una amiga me
lo recomendó por ser el menos “agresivo”, pues consiste en tener al bebé en
brazos y cuando se va a quedar dormido dejarlo en la cuna, y si llora, volver a
cogerlo. Estuve practicándolo 1 semana y solo conseguí que mi hija no durmiera
ni 1 hora seguida…un fracaso total. También leí los consejos del conocido
pediatra Carlos González, pero él aboga por el colecho y precisamente eso era
lo que quería evitar. Mi hija estuvo los primeros 7 meses de su vida durmiendo
en nuestro cuarto bien en la cunita bien en nuestra cama, pero ya llegó un
punto en el que el descanso se hizo imposible y vimos que había llegado el
momento de que durmiera en su cuarto. Así fue cómo llegué al método del Dr.
Estivill. Antes de leer sobre él en Internet me descargué su libro ¡A Dormir! y me lo leí en una tarde. Entonces
comprendí el sentido del método y me pareció que era la hora de aplicarlo. Es
cierto, que los primeros 2-3 días es duro, pues el niño no entiende lo que está
pasando y llora, llora mucho, pero después te aseguro que sí que entiende que
ni mamá ni papá le van a coger y que quedarse dormido mediante su método mecedora se ha acabado. A día de
hoy cuando acostamos a mi hija en la cuna, se abraza a su peluche y no dice ni
mú. Duerme la noche del tirón y si se despierta es capaz de dormirse sola, sin
la presencia de los papás. Esto se resume en descanso y felicidad para todos.
Después de esto aprendí que el mejor método es aquel que te
viene bien a tí, y punto.
Darle comida
congelada. Cuando empiezas a introducir la comida sólida al bebé te
conviertes en una experta chef. Quieres darle lo mejor y lo más natural. Me
obsesioné tanto con este tema que mi hija tardó meses en probar un potito.
Hasta que un día no me quedó más remedio (por falta de tiempo) y le di uno
preparado. Pues oye, no pasó nada. Se lo comió estupendamente y no me sentí
mala madre.
Algo parecido pasa también cuando empiezan a cenar comidas
sólidas. Siempre hay que tener un plan B para las cenas. A veces le das algo
nuevo para cenar y no lo quiere ni probar. Por eso tienes que tener otra
alternativa. Y mantener la nevera siempre con productos frescos no es fácil.
Ahí entran los congelados; san jacobos, empanadillas, varitas de merluza…aliados
de una madre en apuros.
Otro alimento que siempre tengo en la nevera “por si acaso”
son las salchichas de leche. Otra cosa que pensé que nunca le daría y que se zampa
todas las semanas.
La verdad es que si te informas son tantos los alimentos y
productos dañinos para nuestro cuerpo que asusta. Pero no todo el mundo puede
montarse su propio huerto y cuidar de sus propias gallinas. Lo ideal es
mantener un equilibrio entre tus ideas, tus posibilidades y la realidad.
La ropa. En
Carrefour lo mismo meto en la cesta un paquete de gulas o galletas que un
chándal. Sí, sí. Le compro a mi hija gran parte de su ropa en Carrefour. Cuando
te das cuenta de que hay ropa que solo le has podido poner dos meses merece la
pena comprar determinadas prendas en grandes almacenes.
Jugaré a todas horas
con ella. Imposible. Cuando llegas a casa tienes que organizar tantas cosas
que cuando te pones a jugar ya es prácticamente la hora de irse a dormir.
Benditas guarderías, donde queman todas sus energías! Hace poco mi hija estuvo
enferma y no puedo ir a la guardería en una semana. Los abuelos, que se
quedaron a cuidar de ella, acabaron agotados. Lo mejor es que cuando volvió
entro en el cole de lo más contenta. Ella contenta, los padres también y los
abuelos más. Felicidad para todos.