Últimamente circulan por las redes sociales enternecedoras
fotos de padres con sus bebés en brazos. Conmovedoras imágenes donde realzan el
nuevo papel del padre del s. XXI. Está claro que nada tiene que ver un padre en
los años 50 con uno de ahora, pero ese rol que nos quieren vender de que el
padre se implica en la crianza de los hijos tanto como la madre me da la risa.
Es posible que los primeros días del bebé el padre quisiera cambiar él los
pañales y sacarle los aires pero sinceramente, ¿cuánto duró eso?
Seguro que a la primera visita al pediatra y las primeras
vacunas acudía encantado pero ¿y las siguientes?
Cuando empiezas a introducir comida sólida en la
alimentación de tu hijo, el papá quiere colaborar, pero cuando darles el puré
se convierte en una pelea, ¿dónde está el papá? Es más, ¿alguno ha preparado
sus purés?, ¿acaso sabe qué verduras y proteínas come?
¿Cuántos papás saben dónde se colocan los bodys, camisetas,
y ropa dentro del armario?
¿Cuántos papás han hecho la colada de sus hijos?
La involucración del papá en la crianza de los hijos es
proporcional a la igualdad de género en un país. Mientras la mujer siga
cargando con el trabajo fuera y dentro de casa sin compartir tares domésticas
con su pareja, la implicación del hombre seguirá siendo mínima. Aunque ha
habido avances en este sentido no estamos cerca de la igualdad. La mamá sigue
siendo la responsable de llevar al día todos los asuntos relacionados con el
bebé y en la mayoría de los casos cuando el padre se ocupa de alguna tarea es
por mandato de la madre. O ¿acaso sabe el papá cuántos cacitos de cereales toma
en el biberón?
Hasta el padre más colaborador peca de machista. Dan por
hecho que determinadas tareas corresponden a la madre y ni se plantean lo
contrario. Hay mucho camino que recorrer para mejorar esto, pero muchas veces
la culpa es nuestra porque, por no tener una discusión, cargamos con todas las
responsabilidades. Hay que plantarse y decir basta. Tenemos el mismo derecho de
disfrutar de más tiempo. Reivindiquemos nuestros derechos y dividamos las
obligaciones.
A pesar de estos inconvenientes (tiene narices que lo diga)
tenemos suerte. Pregunta a tu abuela qué hacía su marido y probablemente éste
no había cambiado ni un pañal. Puede que nuestros padres sí se involucraran un
poco más pero la historia se repite en nuestra generación y aunque hayan
cambiado las circunstancias el hecho es que las mujeres tenemos doble trabajo.
Por ello reclamo a los hombres que, aparte de hacerse bonitas fotos con el
porteo, colaboren más.